17 febrero 2011

Con motivo de la I Jornada de Escritores que tuvo lugar el día 11 de febrero en LA CUEVA DE ANTÍGONA (espacio cultural asociado a la sede de Ediciones Antígona en la C/ Prim 15) se llevó a cabo una actividad de improvisación literaria: escritura express condicionada de un relato hiperbreve. El azar determinó la primera y la última palabra de cada narración y la creatividad de los participantes hizo el resto. He aquí el resultado.




TINTA, pluma, papel, solo me falta una gran idea. Los personajes somo tú y yo, pienso escribir días enteros. Por cierto, no salen tus padres. Será una novela de personajes complejos. Te concedí lo del adosado, el perro y los gemelos. Pero ya es suficiente, un artista necesita su mundo. No pienso dejarte, me mudo al TRASTERO.

MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ

TREN con destino a Barcelona, o a cualquier sitio, y el recuerdo de algo que ya murió, que existió durante un momento, unos meses: largos viajes en carretera, conversaciones en el messenger, revelan nuestro pasado, descubrir lo que es la otra persona. Pudimos conocernos en otro momento pero fue en ese, pudimos conocernos siendo adolescentes pero fue en ese momento; el tren sale y ella quedará con otro, pero todo muere y eso también morirá, en realidad nada perdurará salvo la conciencia del momento de esplendor. El esplendor pasó, queda su recuerdo que es lo mejor y queda una vida de rutina, trabajo, supermercado, cerveza, PAN BIMBO...

LORD RUTVEN

—¿Un ADVERBIO?
—Sí, son palabras que acompañan al verbo.
—¿Que acompañan?, ¿cómo?
—Complementan al verbo.
—¿Como un bolso a una mujer?
—Sí, el bolso sería el adverbio, la mujer el verbo.
—¿Y qué función tiene?
—Modifica las circunstancias del verbo.
—¿Las circunstancias?
—Sí, el lugar, el tiempo, el modo...
—Hombre, el bolso de las mujeres dice mucho de las circunstancias económicas. Si es e mercadillo, de Zara o de Gucci.
—¿También es lugar, no?
—También dice si es falso o verdadero, pero de eso no es fácil darse cuenta.
—Bueno, hay algunos adverbios que no sabemos si son verdaderos o falsos, por ejemplo, efectivamente o, incluso, a veces, verdaderamente. Así, obsérvalo en esta frase: «Verdaderamente, la democracia es el mejor sistema conocido».
—Ese adverbio es como un adverbio de Gucci pero falso, bien imitado por los chinos, pero sin la etiqueta de calidad de la marca Gucci.
—¿Qué diferencia a un bolso de Gucci falso de uno verdadero?
—El dinero.
—¿Y si te cobran por uno falso lo mismo que por uno verdadero?
—Entonces es como pensar que verdaderamente significa siempre que es de verdad, lo que no siempre ocurre.
—Efectivamente.
—Verdaderamente, profesor.
—Pues ya verás, alumna, cuando nos metamos con la INTERJECCIÓN...

JOSÉ AURELIO MARTÍN

QUEMAR las cartas de las mujeres que había amado era uno de sus placeres intensos. Hasta que no quemaba esos papeles, llenos de la palabra amor entre meras conjunciones, no era capaz de situarlas en el pasado. No podía estar con Belén sin quemar las cartas de Patricia. Incluso en los momentos más íntimos, se sentía inquieto. Tenía el prejuicio de que toda mujer, cualquier mujer, encuentra siempre las pruebas o palabras de amor de la rival.
No sabía cómo se había instalado ese prejuicio en su cabeza, ni cuándo; ni por qué tan firmemente. Hasta que un día, durante la noche imsomne se acordó.
Había pasado la noche con Belén. Por la mañana al despertarse vio su rostro colérico y gritó:
—¡Te has pasado la noche diciendo «Patricia»! ¡Vete con Patricia, yo me voy!
Amaba intensamente a Belén. Como a ninguna. ¿Por qué Patricia destruyó la relación?
No entendía nada de amor. Ni de sus deseos. Estaba en los ALBORES.

FRANCISCO DELGADO

ENTONCES supo lo que significaba aquella palabra tantas veces oída; tantas veces leída; tantas veces pronunciada y nunca había llegado a comprenderla del todo. Solo aquel pequeño objeto de plomo lanzado a gran velocidad contra su cuerpo. Aquel intruso metálico en su carne le había enseñado el sentido profundo de ese conjunto de letras: AGONÍA.

IGNACIO PAJÓN LEYRA

ALIVIO y tranquilidad sentí cuando la voz del locutor por fin se apagó. Llevaba más de una hora tendido en la cama con unas ganas de levantarme para apagar el pequeño transistor que me taladraba los oídos. Pero cada vez que me disponía a incorporarme, una pereza insuperable me clavaba en la cama, y el locutor seguía con su letanía monótona de anuncios. Comencé, entonces, a susurrar la palabra «silencio» sin mover apenas los labios y con el cuerpo totalmente abandonado en los repliegues de la cama y de la indolencia. Al alcanzar la décima articulación de mi palabra mágica, se produjo lo inesperado: el receptor dejó de chirriar, la voz del locutor bajó paulatinamente y dijo, por último, como si me hablara misteriosamente: «De acuerdo, esta vez, sí que me callo». Y se calló. Sonreí de EMOCIÓN.

MAHOP MA MAHOP

ADVERSATIVO. Sabía que no nos encontraríamos en esta sala. No estabas llamado a conocerme entre la multitud. Creo que tampoco me habrías reconocido de haberme encontrado meses antes, cuando yo sí presentí el encuentro.
Había imaginado el sabor de tus labios, el sonido de las frases que quizás compartiríamos aquella tarde. Nada de eso había sucedido. La humedad se adentraba más allá de todas y cada una de las conversaciones que apenas fluían, ahogadas por la sutil verguenza o pudor que a todos nos acompañaba.
Inutilmente me acerqué hasta ti, dulcificando mi rostro con la cruel y certera certeza de que tu partida estaba próxima.
La luz se apagó de pronto y un susurro ahogado recorrió la sala. Me crucé con tu mirada al fin, pero te levantaste y desapareciste entre la multitud de aquel bar en la penunbra. En mis labios apenas pude degustarte, pero apuré con lenta calma tu cerveza, de la que yo solo pude beber su ESPUMA.

ESTHER MATEOS

VENTAJA de ser Dios es, sin duda, la ausencia de necesidad, la falta de tiempo, o más bien, la total posesión de su fluir, que me permite manejarlo a mi antojo.
Todo ventajas. Ningún incoveniente. Me doy gracias a mí mismo por haber nacido Dios. Pude haber sido estrella, o planeta, o incluso hormiga, pero el Destino me eligió Dios. Nada menos que Dios. ¡Qué suerte la mía!
No es que sea un trabajo muy duro, no vayáis a imaginar, pero tiene sus momentos malos. Es verdad que no son demasiados pero los hay.
El otro día, por ejemplo, me tocó enviar dos catástrofes a la tierra. Vaya momento malo. El año pasado tocaron varias guerras, y muchas cosas peores. Pero tiene sus cosas buenas. Nunca llego tarde, la gente se acuerda de mí, y me escriben canciones, poemas y cartas. Me dedican cuadros y me ofrecen oro.
Así que me gusta ser Dios. Es un buen trabajo. De la vida soy anunciador y de la muerte soy HERALDO.

JUANJO ESCRIBANO

SUEÑOS de verano recorren los campos ocres. Una chicharra rasga el silencio asfixiante de la siesta. El aire abrasador difumina la visión en las horas prohibidas del agosto castellano. Los lugareños duermen la siesta, refugiados en el frescor de un zaguán de piedra. Mientras tanto, afuera el infierno continúa desatándose. Un perro ladra desde su sombrío escondrijo. Se oye el zumbido de un moscardón. Calor, asfixiante calor que ahoga los corazones. Es Castilla una tarde de agosto. No sopla aire, no respiran los corazones, Castilla, no pasa nada. Es una esquina, un niño bota una PELOTA...

PABLODEPAZ

ESFUERZO. Esfuerzo. El mundo es la adjetivación de sus esfuerzos. Esfuerzo transparente si no tenía ganas de ir a clase. Esfuerzo íntimo, cuando se veía obligado a mentir y sufría. Esfuerzo amputador, cuando cogía la maquinilla antes de afeitarse. Esfuerzo dulce para preparar un colacao. Esfuerzo disciplinado y reiterante cuando tenía que estudiar Derecho mercantil. Esfuerzo apocopado para rascarse el pelo o mirar por la ventana. Esfuerzo bemol para pasar de uno a otro esfuerzo. Esfuerzo máximo a la hora de entender las cosas para las que todavía no estaba preparado. Esfuerzo angustiador al martillearse con una idea que sabía que no le haría ningún bien. Esfuerzo sutil gramatical para ver en la palabra esfuerzo el presente y el pasdo de un mismo verbo. Esfuerzo aturdidor al proponerse desamar un poco a una chica excepcional para dejar que entrara un poco de ilusión nueva, brillante y muy AZUL.
 
GIL GAMÉS

DEPOSITÓ el sombrero en el perchero de rincón. Nadie le había visto entrar. La sala; abarrotada de público, estaba en una penumbra desorientadora, aclarada tan solo por las tres lamparillas que iluminaban el escenario. Una bailarina danzaba inhibida de cuantos ojos la comtemplaban, algunos lascivos, otros ebrios y los más olvidando, hechizados por el cuerpo, encerrados en los pensamientos de quien esquiva llegar a casa.
Desprendido del sombrero, siguió con la vista los movimientos de la mujer, o, más bien, los vaivenes de las curvas en su perfección de carne.
Todavía nadie se percató de su presencia. Era el único que no estaba allí huyendo de sí mismo. Esa el único que, realmente, estaba allí por ella, por su hipnótica danza, por la sugerencia del contorno que dibuja su figura en el aire. Y en un instante, los ojos conectaron, sus pupilas se encontraron en la corta distancia de la recta. Él le lanzó un beso. Ella lo devolvió instintivamente. Fue entonces cuando la sala entera lo vio siguiendo la mirada de ella.
Ahora era el único al que miraban. El único que se llevaría un beso aquella noche. Suspiró y dejó caer su cuerpo exhausto contra una de las COLUMNAS...

HÉCTOR MARTÍNEZ

«ENCANTO, aquí tienes», me dice la panadera al darme la bolsa, me irrita. Salgo a la calle, las sirenas de las ambulancias, el ruido de los coches, el bullicio. Entro en el metro, la gente corre, sin prisa y algunos sin destino, como yo. Me bajo y sonrío, salgo y la gente no se da cuenta de que te cruzas con ellos.
En la calle, el sol me deslumbra, el ruido se apaga, el placer me llena, me entra una sensación de felicidad que me hace volar. Y VUELO.
IRENE

Nos hablan de REVOLUCIONES pacíficas en países lejanos, destinos turísticos con imagen de postal, pirámides a contraluz bajo soles que se ponen y filas de camellos, que quieren gritar al mundo, sordo, ciego y demasiado hablador, que tienen lo que en otros tiempos también tuvimos. Recuerdo otras revueltas, igualmente lideradas por hombres con ansia de lo que hoy disfrutamos como evidencias: democracia, libertad... palabras cuyo sentido no somos ya capaces de apreciar, puesto que uno solo se da cuenta de lo que tiene cuando lo pierde.
El París del 68, España de la República, los campesinos de Chiapas. Lo de Tunez y Egipto suena como el eco de estas juventudes que para soñar no necesitaban ALCOHOL.

J.

3 comentarios:

  1. Estupendos estos relatos!!!

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  2. ¿Cómo se puede participar en la próxima jornada?

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  3. solo tienes que pasarte por la calle prim 15, el día 1 de abril a las 20h. O si queres puedes registrarte a través de un correo lacueva@edicionesantigona.com

    Saludos y te espermos

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