24 mayo 2011

II Jornada Literaria - 1 de abril - DECIMOCUARTO RELATO

El ejercicio de improvisación literario titulado "PRODUCCIÓN EN CADENA" consistió en crear 18 textos colectivos. Cada participante disponía de dos minutos para continuar el relato. Disfrutad de estos cadáveres exquisitos, de los cuales aquí colgamos el DECIMOCUARTO:  

Cuaderno literario de Irene
El marfil de la sabiduría

El cazador, entre los arbustos, esperaba a su presa. De repente, el gran elefante, que tanto esperaba, apareció. Ya eres mío. Un disparo certero, y tu marfil valdrá miles mañana. El gran paquidermo y su pequeño amigo, el mandril, decidieron emprender la peregriación y buscar solos, sin ayuda de nadie. ¿Para qué quiero la ayuda de nadie? La gente, por naturaleza es tonta (o algo peor). Mejor actuar solo. La soledad es un valor que solo saben aprovechar los que no esperan nada. Yo soy feliz así. Y a quien no le guste que no mire ¿qué me importa? Al menos tengo tiempo. Y es mucho, mucha riqueza. Ellos tienen dinero, yo tiempo, ellos envidia, yo tiempo, ellos inquietud, yo tiempo. Tiempo al tiempo.
Pero los relojes tienden a esconderse detrás de sus manecillas y sus péndulos, qué descarados, pero yo voy a ir detrás de ellos, esa hora no la puedo perder, la voy a cazar. Y ella me pone la cara de la madre de Bambi, da pena, mucha pena, y es cuando me doy cuenta de que una lágrima rueda por mi mejilla, la puedo sentir rozando mis labios, salada, desapareciendo según rueda por mi rostro como ruedan las ruedas, ruedas que aprietan pero dejan huella. Ruedas que han rodado por tantos y tantos caminos y nunca se cansan de rodar, porque en cada camino encuentran algo, algo distinto, que les hacen seguir.
Siguió con sus filosofías de barra de bar aleccionando a los parroquianos durante muchos años. No le faltaron discípulos e incluso tuvo algún que otro encuentro amoroso con jóvenes que se acercaban a escuchar sus diatribas. Sin embargo todos sabemos que Sócrates murió por motivos más profundos. Su condena no fue solo por cuestiones nimias como la de “alterar el orden”. Su condena venía impuesta por un crimen aún mayor: no amarse a sí mismo. Decidió colgarse del techo. Y así se acabó todo lo bueno y todo lo malo. Una verdadera lástima.

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